viernes, 29 de octubre de 2010

CUARTO TEXTO/ÁRBOL DE LA VIDA


CUARTO TEXTO

La mujer marchó en la dirección que le señalaron los querubines. Mientras caminaba, deseosa de vida, reflexionó que tal vez las hijas de las hijas de sus hijas no supieran interpretar los hechos sucedidos después de que ella y el hombre fueran expulsados del Edén. Seguro inventarían palabras para hacerlo, palabras que hombres y mujeres se figurarán que articulan sus pensamientos. Entonces generación tras generación irán aprendiendo a desentrañar la vida humana. La memoria, pensó la mujer, será un retorno al principio; será base, amalgama, fundamento. Sin ella no habrá referencia, no habrá aprendizaje.
¿Entenderán las hijas de las hijas de sus hijas que la vida humana comenzó con un acto de desobediencia y que luego el sufrimiento le había concedido la liberación? Antes de haber desobedecido el mandato del Señor Dios, reflexionaba la mujer, yo era un ser sin cambios; un pasivo y apático ser al igual que el hombre. La memoria no existía, porque ella es obra del tiempo. De quedarnos allá, el hombre y yo y nuestros descendientes seríamos todos seres sin comprensión ni fascinación ni aliciente. Podíamos ser todos al mismo tiempo uno, y a la vez, nadie. Luego, afuera del Edén y antes de sufrir, estuve tan atareada que acepté la vida sin objetarla.
Entonces la mujer comprendió que la memoria triunfaría sobre la muerte, vencería el trágico destino del que se enteraron ella y el hombre al comer el fruto prohibido. Pero. ¿Con quién podría ella hablar estas cosas? ¿Expresar que ahora su cuerpo encarcelaba su alma y no deseaba morir porque quería, aún, conocer muchas cosas de su vida humana?

TEXTOS ENCONTRADOS EN EL UN CAJÓN DE LA MESA-ESCRITORIO QUE PERTENECIÓ A HIPÓLITO DÁMASO VIEYTES, vendido por su bisnieto en Posadas Remates, comprado por la decoradora Gigi Robirosa para el nuevo departamento de un senador cuyo hijo fumón, —a quién se los entregó el tapicero que los encontró cuando cambiaba el cuero de la mesa y me los vendió por Mercado Libre—, prefiere que su nombre permanezca anónimo.

1 comentario:

  1. si es Dios, entonces que sea Dios el que me levante y me de una palmada en la espalda, así puedo seguir

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