lunes, 18 de octubre de 2010

TERCER TEXTO/ÁRBOL DE LA VIDA


TERCER TEXTO

...La mujer sentía que su espíritu y su cuerpo, que se habían desunido cuando el hombre se marchó, continuaban separados, uno a treinta centímetros del otro, y anhelaba tiempo para intentar unirlos antes de morir.
Y adonde se encuentra esa mujer, preguntó a los querubines.
¿Lilít?, dijeron ellos a coro. Lilít la nocturna, dijo el de cuernos chatos. De poder hallarla, la hallarás en la noche. Pero no creo que te sea fácil. Después de que se marchó, el hombre se aburría en el Edén y le pidió al señor Dios que ella regresara. El señor Dios envió a los ángeles Snwy, Snsnwy y Smnglf, a buscarla bajo amenaza de que si no retornaba, cien de sus hijos morirían cada año. Los ángeles dijeron que la encontraron en el mar Rojo, región en la que abundan demonios lascivos… ¡Regresa con el hombre de inmediato o te ahogaremos!, le dijeron. Pero ella dijo: ¿Cómo puedo regresar con Adán después de mi estancia en el mar Rojo?, y no regresó.
Queda por allá, siguió el de cuernos chatos y señaló a su izquierda, detrás del Océano y sus islas, el Desierto, terreno reseco por donde se arrastran serpientes y escorpiones. Detrás de los almacenes de fuego del Infierno y luego granizo, niebla, escarcha, oscuridad y vendavales, viven los demonios, las huestes de Samael. Ahí debe de hallarse Lilít.
Y por qué ella no quería acostarse debajo del hombre, preguntó la mujer.
Es que el Señor Dios la había creado al mismo tiempo que al hombre, dijo el querubín de cuerno redondo. Del polvo los creó a los dos, no como a ti que te sacó de una costilla de él. Entonces Lilít no quería que el hombre le diese órdenes. Su acto grave fue que, encolerizada, pronunció el nombre mágico del Señor Dios…


TEXTOS ENCONTRADOS EN EL UN CAJÓN DE LA MESA-ESCRITORIO QUE PERTENECIÓ A HIPÓLITO DÁMASO VIEYTES, vendido por su bisnieto en Posadas Remates, comprado por la decoradora Gigi Robirosa para el nuevo departamento de un senador cuyo hijo fumón, —a quién se los entregó el tapicero que los encontró cuando cambiaba el cuero de la mesa y me los vendió por Mercado Libre—, prefiere que su nombre permanezca anónimo.

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