sábado, 20 de noviembre de 2010

TEXTO 7

Texto 7

—Pero mirá quién viene—dijo Lilít, la mujer desnuda— Dios nos cría y nosotras nos juntamos.

Después de decir eso, la mujer estiró los brazos y bostezó. Su cuerpo era fibroso áspero. El cabello, crespo, le llegaba hasta la cintura. —Los que narranr nuestra historia —dijo después— aquellos que nos hacen personajes de un relato que más tarde, ingeniosamente otros canonizarán y convertirán en mito fundacional, te pusieron “Eva”. En hebreo significa “madre de todos los vivientes”.

Entonces Lilít se señaló un ojo con el dedo índice y guiñó el otro ojo. —Trampa preciosa, la de tu nombre, eh —siguió Lilít— La maternidad, Eva, tu gran virtud, tu magna creatividad. Pero la muchacha que escribe acerca de nosotras en hebreo, te pone ese nombre derivándolo de Heba, la diosa que está casada con el dios hitita de la tempestad. Eso sí, Heba se ve mucho mejor que vos, eh, monta el lomo de un león. — ¿Se puede saber de dónde venís y qué te trajo a este lugar tan remoto?

Eva le relató a Lilít su vida y del hombre afuera del Edén. Del hombre que iba y venía detrás del alimento y estaba siempre cansado y de ella pariendo hijos y cuidándolos al mismo tiempo que cocinaba el alimento y limpiaba el lugar adonde vivían. Ella y el hombre muchas veces se maltrataban culpa del cansancio y de la desazón y también culpa de que ella prefería ocuparse de las tareas del hombre y que el hombre se ocupara de las suyas y el cambio no resultó porque el día en que lo ensayaron ella cazó un búfalo y el hombre se exasperó con ella porque según él ese búfalo era el rey de la manada y ahora culpa suya el resto de los búfalos se desperdigarían y ellos pasarían hambre. No fue así, al final, pero tal vez ese fue el embrión de la rotura, cuando él empezó a encontrarla vieja. Le habló de su soledad del principio y de la ligereza de después. También que había intentado regresar al Edén para buscar el árbol de la vida pero que los querubines no la habían dejado pasar.

—Ay, menos mal que salieron del Edén, ¿no? —dijo Lilít— Tremendo hastío.

A Eva le sorprendió la frase de Lilít, porque ella ahora recordaba el Edén como la etapa deliciosa de su vida. En el Paraíso ella no sufría, no temía y el tiempo no se precipitaba.

—Todas las culturas narran acerca de un Paraíso —dijo Lilít— Un tal Homero habla de un lugar en el extremo del mundo, donde la vida de los hombres es dichosa porque los inviernos son cortos y el los vientos del océano refrescan a los hombres. Lo llama Campos Elíseos. Es lógico que narren que los humanos mismos somos los culpables de la pérdida de la dicha, uno se esfuerza por explicar lo inexplicable. Aunque no todas las culturas se empecinan en eso, en la culpabilidad. Pero bueno. Cada mente percibe su dios, ¿me entendés? Según eso mismo, se canoniza un texto u otro, querida Eva, madre de todos los vivientes.

Entonces Lilít invitó a Eva a pasar a la terraza de su cueva…

TEXTOS ENCONTRADOS EN EL UN CAJÓN DE LA MESA-ESCRITORIO QUE PERTENECIÓ A HIPÓLITO DÁMASO VIEYTES, vendido por su bisnieto en Posadas Remates, comprado por la decoradora Gigi Robirosa para el nuevo departamento de un senador cuyo hijo fumón, —a quién se los entregó el tapicero que los encontró cuando cambiaba el cuero de la mesa y me los vendió por Mercado Libre—, prefiere que su nombre permanezca anónimo.

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