domingo, 26 de junio de 2011

Donde Gabo



Cartagena de Indias, la ciudad amurallada que asoma al mar Caribe. La que llaman de Gabriel García Márquez pero en la que sólo vivió durante 1948, por más que después todo volviera a llevarlo allá. Hoy día tiene allí una modernísima casa de una manzana que de pertenencia sólo tiene el color anaranjado.

En junio, un calor que te fríe. Te achicharra mientras recorrés la ciudad con el audio tour de GGMárquez y te perdés en cada esquina porque las calles cambian de nombre a cada cuadra y no van en línea recta. Ganas de ser fotógrafa y no escritora, esta vez, porque todo era en imágenes. Congelaría las de los 4 carteles por cuadra que ofrecían llamadas a 100 pesos de MoviStar y 150 de los otros. Comunicate por 100 pesos. También las de las carteras de telares sobre la vereda y las arepas y jugos a 500 y 100 pesos y los mangos, sandías, mamaos, melones, granadillas y otras frutas tropicales que no conozco sus nombres y la feria de flores de verdad y de plástico como de verdad. También del sol achatado sobre el muro al atardecer y los besos en sus esquinas y los cochecitos empujados sobre sus cornisa. El mar, de todos. Para refrescarse durante un minuto o dos y volver a freírse. Y todos los kioscos ambulantes; cigarrillos, caramelos, lo que usted quiera. De noche retrocedés dos siglos por las luces en faroles y los coche caballos con velas y el tráfico quieto. Ya no más bocinas, bocinas y bocinas, pitar para avisar ahí vengo, para decir soy un taxi libre y nunca para prevenir peligro. Y entonces comer pescado con salsas dulces y cítricas y de cilantro y calamares y camarones y arroz de coco y tragos. Tragos y tragos a toda hora y ballenato. Donde Wippy, La Vitrola (adonde mi compañero no quiso bailar merengue porque sería una ofensa para los locales, qué pena ¿no?), el Santísimo y todos los pecados y lujurias de papilas gustativas posibles.

Paseo de una hora en lancha hacia las islas del Rosario y la playa de Majahua. Recorrido “ecológico” en bici por la isla y sus espesura y transpiraciones de hojas verdísimas, inmensas y ásperas y exuberancia de raíces como orgías de serpientes y el pueblo sin electricidad y sin que haga falta ningún maquillaje como ropa y adornos. Los hombres pescan mujeres en aguas revueltas porque ellas son menos. La vuelta por la laguna y más raíces de siglos y a veces como túneles y techos y la salida al mar y allí la aventura debajo del agua con snorkel y otro mundo, sí, si me lo hubiesen contado, no lo hubiese creído. De corales como montañas boca abajo y cardúmenes azules y millones de colores y brillos de lucecitas.

La despedida de Cartagena de Indias: Fui conmigo a la 1 del mediodía a la plazoleta de San Diego a tomar un cuba libre debajo de una sombrilla, en una mesita a cuadros azules en el café de Juan del Mar. Fue tal vez el ruido de las construcciones y el bullicio, que no me dejó imaginar la Cartagena de Sierva María, de Fermina Daza, de Florentino de Ariza.

Sin embargo, me sentí feliz.

1 comentario:

  1. Gracias por compartir.
    Esto es lo que hace la escritura, transportar a uno haciendolo vivir, con las palabras escritas una experiencia unica y a la vez compartida con una hermanidad de lectores.

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